El pueblo

Sonó el teléfono. Justo cuando salíamos a pasear. En invierno se nos habría pasado la hora pero a inicios de julio nunca es tarde. Estoy en la esquina, llevo tu material. Santi abrió el maletero y realizó la entrega. En plena calle. Mi camello de libros este verano. Luego nos insinuó una de sus historias y arrancó el coche. Uno de ellos era La utilidad de lo inútil. Habíamos hablado de él. Sobre aquello que no se puede medir ni su beneficio es económico. Sobre qué es realmente importante en la vida.
.
Os veo en Instagram. Qué maravilla de veranos. De vidas. Uno entiende así algunas frustraciones. Aunque cuando te tomas las cosas como que no son para tanto, oye, al final no son para tanto. Nuestro único viaje ha sido a un pueblo de Albacete. Ver para creer. Acabó en urgencias. A la carrera. Cólico nefrítico. Un mal de patir pero no de morir. Es curiosa la España vacía. La ratio de bares es alta pero sus farmacéuticas hacen la siesta. Ahora te aviso cuando baje, dijo mientras yo moría.
.
Los pueblos tienen sus cosas. La señora de la piscina te cobra mientras hace punto. Nadie perdona el vermut. La tienda de asesoría energética es un ultramarinos. Nosotros intentamos no desentonar. Hasta hicimos gazpacho. La tarde oscurecía. Pep y yo salimos de paseo a resetear. A buscar Citroëns. Llegamos a las afueras. Siéntate aquí, yo allí, ordenó. Nos quedamos contemplando el campo. En silencio. Al poco se acercó a mi lado. Me cogió la mano. Seguimos así un poco más.
.
A veces poco es mucho.

Deja un comentario