Echarme a perder

Para escribir te tienen que pasar cosas. Vivir. Sentir. Leo libros que me dan ganas de imitar. Quiero que me sucedan historias. Las busco. Pero las que me ocurren tienen cara de hijo. O peor. De médico. Estuve en Urgencias esta semana. ¿Le pincho de pie o acostado? Me metieron tanta droga que curaron a la vez una fascitis plantar que arrastraba. Cuando me levantaba no podía casi ni andar. Era ridículo en mitad de la noche. Chiquito intentando frenar un despertar nocturno infantil.
.
Hace nada, en otoño, mi Santa entró al baño y me pilló poniéndome una de sus cremas. Di un salto y me escondí como a quien le pillan en otros menesteres. Tenía una rozadura en un dedo desde verano. Por abrir quintos de cerveza. La piel. Mi madre siempre tuvo problemas. Muchas noches, al entrar a pasar revista, estaba leyendo sobre remedios. De nada le servía pero nunca desistía. Yo me burlaba. Tienes todos los números genéticos para heredarlo. Cómo me contrarrestaba. Y acertó.
.
Ya soy ese señor mayor que se acerca a las revisiones de próstata. Que le dicen que la vista no va ir a mejor. Preocupado, he consultado a especialistas. La vejez no se cura, me aseguran. No lo entiendo. Nunca fumé, no me drogué y pronto me cansé de beber. Ni café tomo ya. Sólo ataco helado algunas noches. Pero hay que hacer caso a las señales. Me estoy echando a perder. Oxidado. Sin hacer ejercicio. Lo dejo por aquí escrito. Para que me lo podáis reprochar en público.
.
El orgullo herido mueve montañas.

LA FOTO: Cuando hicimos una trail solidaria de 100 km. Aunque parezca que esté estirando, yo sólo llevé la furgoneta.

Deja un comentario