El viernes pasado, de alguna manera, cerramos una cuenta pendiente familiar viendo (por segunda vez) el musical «Hoy no me puedo levantar». Ya habían pasado cuatro o cinco años de la primera vez y me sé el repertorio al dedillo, pero, aun así, disfrutamos bárbaramente y, además, el guión, con el tiempo, se ha pulido.
Pero, claro, impepinablemente, la banda sonora me transportó a cierto paraje de Els Serrans, a cierto tiempo, a cierta rave infantil y a cierta anécdota con una furgo, un niño enfermo, una coca-cola de dos litros y un ciervo como protagonistas.
Dulce melancolía lo llaman.

